dimecres, 9 de desembre del 2009

"PERRO MUNDO EN LA PERRERA"

Article de Pilar Rahola publicat avui a La Vanguardia:

La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por el modo en que son tratados sus animales", reza la web de la Associació d'Amics i Voluntaris del Centre d'Acollida d'Animals de Barcelona. Es una bella frase de Mahatma Gandhi, cuya esencia compartimos la mayoría de los que amamos los animales. Y por ello mismo, también la mayoría sufrimos de un notable pesimismo respecto al "progreso moral" de nuestro país en general, y de su insigne capital, en particular. A las pruebas y a la tétrica lista de fiestas cafres, malvadas, y bárbaras, nos remitimos. No deja de ser significativo, por ejemplo, que el próximo debate en el Parlament sobre la prohibición de las corridas de toros en Catalunya haya movilizado a centenares de informadores de todo el mundo. Estamos tan lejos de gozar de "progreso moral" respecto a los animales, que interesamos más al mundo cuando luchamos contra esta crueldad que cuando debatimos el Estatut. Espero que los David Pérez, y el resto de fanáticos taurinos que pululan por el Parlament, lo tengan en cuenta a la hora de dar según qué imagen al mundo.

Es curioso, por cierto, que algunos diputados sólo existan parlamentariamente cuando se movilizan contra una iniciativa que pretende acabar con una práctica de tortura. Es decir, hay diputados que sólo existen para intentar impedir que la sociedad sea sencillamente más bella y más buena. Y perdonen la simpleza de los adjetivos, pero no los hay más apropiados para este tema.

Pero no toda la crueldad contra los animales viste de forma tan obvia. A veces tiene que ver con la indiferencia, o con la falta de sensibilidad, o con incumplir promesas políticas. El caso de la perrera de Barcelona es, en este sentido, emblemático. A pesar de que gobierna la ciudad un bipartito verde-rojo-violeta, apoyado externa pero intensamente, por el campeón de la retórica ecológica, ínclito Jordi Portabella, amigo de los animales según propia cartelera, la situación de la perrera municipal es tan vergonzosa que merecería uno de esos programas de Cuatro donde Samanta Villar las pasa canutas durante 21 días, poniéndose en situación extrema. Nada, 21 días acompañando a centenares de perros hacinados en jaulas prehistóricas, sin otra atención que la escasa que les puede dar los pocos voluntarios que los tratan, con cuidadores que saben de perros lo que Belén Esteban de física cuántica, y donde el cuidado a los animales es una auténtica quimera. Los voluntarios han presentado propuestas razonables, han llamado a todas las puertas, y hasta ahora, el silencio. La perrera sigue con su tercermundismo a cuestas, el invierno se acerca, y el frío, la dejadez y la soledad harán mella en los animales. ¿A quién le importa? En esta ciudad de prodigios, el prodigio más grande es encontrar una administración que sea sensible con los animales.

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